viernes, febrero 24, 2006

Espejismo de tu recuerdo



Un espejismo sobre nuestros cuerpos...
Te costaba un ínfimo esfuerzo introducir el dedo índice para disolver en acuosidad una ventana que liberaba a los espíritus.
Un día mordí tu aliento damasco entre sueños;
las camisas pendían y los colgadores volaban
Por mi ráfaga de hoguera.
Era esplendor de cristales lunares la marea que ondeaba mi vientre fecundo,
El misterio de mi sexo convulsionaba en estallido de besos y la ansiedad crujía mientras quebrabas su esqueleto de hoja amazona.
Tu magia trapense restauradora de mis harapos internos, la sombra de tu cuerpo refrescaba mis senos extenuados.
Deseo empuñar la mano que se me revela, que hace su voluntad electrizándome para acariciar extendido tu vacío tenaz.
Ya no cuestiono el cómo, menos el cuándo, solo te amo con suavidad de insecto (mariposa), sin afán de picar, quiero sobrevolar, capturar tu mapa aéreo en mi retina de afectos.
Tarea larga, recorrer tus paisajes y cavernas.
Escucha esto: Ya no quiero reventar mis ojos en sentimientos y palabras que no me pertenecen, siendo tuyos hoy escapan porque así lo quiero, y espero que te encuentren, me sequen distancias de lo que parece eterno.

martes, febrero 21, 2006

SOL DESECADO


Girasol enhiesto, buscando calidez
de vulva incondicional
Mientras mis rayos aún no se extenuaban.
¿Qué pasó al correr de los años?,
Jamás creí que llegaría la noche;
Y agacharías la nuca de soslayo.
Ignorancia mía que gritabas a campo abierto,
Abejorros y trigo.
La propia majestuosidad que un día me brindaste,
me encandiló como reflejo de tu deseo inextinguible
según creía...
pero desististe de serme eterno,
quedé herida desde el centro,
como incendio que se consume en cenizas negras,
se debilitaron mis brazos multicolores.
Ahora solo quemo en dos tonos;
Amarillo desolado, y naranjo duelo.

viernes, febrero 17, 2006

Veinticuatro, qué importa.....


Te debo mi mala costumbre de escuchar cierta música que me enamora de un imposible, me tumba una y mil veces a tus brazos, más bien a tus pies.

No te lo imaginas pero las manías aprendidas me hacen guardar los secretos en los mismos rincones que conoces.

Pero te odio como destino, simplemente porque no podría siquiera tenerte como ruta alternativa, sabiéndote desviado para mí.

Extraño, el libro de Gonzalo Rojas que olía a polillas entre tu ropa y se abría junto con mi disposición de amarte por las tardes en cuerpo, ahora en pensamiento.

Y tu vida en cifras doblándome, maldita ironía. Estando yo siempre aquí y tú sin querer, por el pudor vetusto más ajeno que propio, estar conmigo.

Sé de apasionamiento duradero pero no perenne, menos en atardeceres de otoño, pero créeme esto es diferente, no es igual y no está escrito, solo prefiero restregártelo para que tu obstinación cruel, mezclada con mis venas en goteo te conmuevan las ganas de amar de nuevo.

miércoles, febrero 15, 2006

El lunes que no viniste.


Contándote un poco enero, para no dejar caer todo en vez de calor aguacero de penas aún queriendo.
Parecen llegar mis últimos días de vida, porque ahora solo vendrán días... estando tú tan lejos.
Me ha crecido el pelo y la nostalgia, ahora me gusta llevarlos sueltos. ¿Recuerdas cuando se pegaba un cabello a mis labios, y lo quitabas con un beso, que sin duda me alegraba?.
Te extraño también en el huerto, recojo tomates entre aromas de albahaca y dulces melones, escalofríos que se hacen costumbre, siento tu mano sobre la mía, apretando la tierra, bajo el sudor de caricias eternas.
Los pájaros... ¿Recuerdas el gorrión sobre el cerezo viejo, conquistando con su agilidad que dije te copiaba?, reías... mientras imitabas su canto, me invitabas a querernos esquivando el sol, meciéndonos en la hamaca.
Las rosas amarillas del jardín trasero, brotaron botones fuertes y matizados, no todo tenía que ser tan esquematizado, como tu partida aquél sábado.
A veces creo enloquecer, esperando tu regreso que no viene. Te nombro hasta que mi voz no responde, me desmayo en cualquier sitio que huela a tu presencia, y respiro con fuerza buscando ánimo para fingirle a la vida.
Quiero que vuelvas con lo más bello de nuestro ayer, la fidelidad de siempre, aires renovados de amor que duplicaremos al reencontrarnos.
Perdona estas líneas y sus quiebres, pero sé que sonarán dentro tuyo, más que un recuerdo escarchado.
Con esperanza, sinceramente,
Katy.

lunes, febrero 13, 2006

OJOS DE CONEJO


Se sabe distinta, no precisamente especial, más bien singular.
Los brazos rodeándola anoche le daban igual, encontrarse con pies tibios al final de la cama no le fue preciso.
La liebre jaspeada devoradora de tallos pulposos esta inapetente, el último sabor retenido le repugnó, pensó de inmediato en que la hidratación de la hortaliza no tuvo otra fuente que aguas servidas, que brotaron de la boca del incivil abastecedor.
En tono, espesor, tamaño, y previo lavado no había forma de que dudara la procedencia certificada, más en el fondo, justo cuando acabó de digerir la primera capa suponía encontrarse aquella más dulce y de bello matiz pero en defecto paladeó un concentrado de bosta, trató de ignorar por casi seis años aquel amargo sabor, sonreía, excretaba, mudaba un poco de pelaje, orinaba en abundancia, todo en roedora normalidad.
Luego empezó a desear encontrar babosas entre los pastos, y así morir hinchada. Tal como un niño etíope que bebe turbias e inmundas aguas para sobrevivir ella lo hacía, poco digno, un día no quiso comer más, y el centinela tiró su oreja, ella no comió, al otro día tampoco se alimentó y el centinela le acarició el dorso, ella aceptó masticar verduras, pasó un nuevo día y el revoltijo en su vísceras dolía y pesaba, decidió dejar de comer, soñaba con prados verdes no urbanizados, bien naturales para no pararse sobre mierdas desconocidas, ella no creía en que pisarla traía buena suerte, sus utopías la alejaban de la jaula, hasta que se acercaba el custodio a tomarle de las orejas e inclinarle el hocico en la oscura fuente despertándola hoscamente para que no muriera deshidratada.
Estaba frente al espejo, no sé cuantos minutos pasé cepillando mis paletas de Bugs Bunny, tomé agua enjuagué mi boca y escupí, al otro lado de la puerta Ricardo me llamaba porque el conserje avisó que el taxi nos esperaba.