miércoles, marzo 22, 2006

A la vaca ya está acá.



E la vaca ya se fue
I la vaca está ahí
O la vaca ya llegó
¿U la vaca?, ¡maldita vaca!.
Empezaba la noche y aumentaba mi desesperación, enterraba los pocos carbones del bracero que encendidos daban calor al muladar, tomaba un chaleco para cubrir mi espalda raquítica, subía las calcetas inútilmente porque se caían a los diez segundos.
Ella pateaba todo a su alrededor, un nuevo golpe y terminaba con la banqueta chica en la que durante su ausencia podía usar. Me tomaba de un brazo apretándome los cueros, y no podía quejarme, ¡hay de mí si me quejaba!, escupía insolencias, me maldecía, en medio de eructos fétidos de alcohol fermentado. Me arrastraba del pelo, por hábito normal abominable, me empujaba por el corredor, hasta encontrarme en la desgracia, al acecho el viejo repugnante secaba su boca espumosa y me tiraba al piso de la leñera tétrica, me arrancaba la ropa, que aunque harapienta se encargaba de descoser en un nuevo lugar, diciendo: ¡ ven acá puta mañosa, ¿te gusta que te meta mi palo?, entre risas de verdugo macabro más que diablo.
Intentaba poner mi mente en blanco, pensaba en el color blanco, repetía, blanco, blanco, blanco, hasta que el viejo terminaba de tocar sus vergüenzas, tomaba entonces mi ropa, él me daba una patada fuerte, me entregaba una botella de ron, la misma que esperaba con impaciencia la señora en la esquina.
Así volaba yo por la calle, hasta que le entregaba su provisión del día, la misma que la mantenía alejada del rancho, hasta que llegaba la noche, y dormía hasta la tarde del otro día.
Ese día me levante temprano, no había sol aún, en la verdulería llegaba mercadería fresca, había que armar atados de acelga, trenzar ajos, y sacar lo podrido para reponer. Me pagaron bien, compré una botella de ron, y dos bolsas de carbón, con la misma bolsa prendí fuego, le entregué la botella a la vieja, la bebió casi de un trago, se durmió, tome la única ropa limpia y me cambié.
Tire el mantel plástico al fuego, tomé algunos diarios, dejé ropas en la orilla del bracero, cerré bien la puerta, caminé, caminé y caminé, hacía frío, los árboles se movían, y miraba el torrente turbio, pensé: blanco, blanco, blanco, blanco, salté; blanco, blanco, blanco, secreta llanto la ubre... blanco...

5 comentarios:

Lilith dijo...

Leyó "como agua para chocolate"
cuando la leo,
me da la sensación de que leo
a su autora (laura esquivel)

Yo ayer me meti
a su antigüa dirección =(
pero ya la cambie de links
(la actualice)

gracias por sus consejos
me ayudan y los pienso de verdad

Besitos!
la leo

bitacoreta.org dijo...

Escribes super maduramente, tienes 24? Plop.

santolaya dijo...

buen relato , su crudeza me conmovio.

Anónimo dijo...

Comon siempre con mucho contenido y palabras que no estan derivas.

Un beso y felicitaciones

Anónimo dijo...

Suplicas de terror ante la Pedofilia. El contenido de tus palabras y la madures con que las expresas son el ingrediente perfecto para este relato.


Un abrazo